Con el flamante
nuevo coche de Roxy lleno hasta arriba con nuestras mochilas y sacos, y mi GPS
en un estado vacilón total, nos dirigimos a Asturias.
Después de
que mi GPS intente llevar el coche, recién lavado, por un camino de tierra
(ahora barro por la cantidad de lluvia que estaba cayendo…) por el que, además,
no estábamos nada convencidas de caber, decidimos ignorarle y utilizar el
teléfono de Vero…
Contra todo
pronóstico, llegamos a Avín, al camping Picos de Europa, donde nos atendieron
muy amablemente, cogieron nuestros datos, y nos dieron a escoger una plaza.
Allí aparcamos el coche, y montamos la tienda de Vero… Bueno, la montó Vero,
con una ligera ayuda (y supervisión) de Roxy y mia… ¡¡Y nos quedó divinamente!!
Fuimos a
comer al restaurante del camping, porque, a pesar de que teníamos campingaz
(gracias), nos apetecía el menú que habíamos leído… Vero se nos enamoró de ésta
ventana…
…pero nunca
más nos sentamos ahí, porque no teníamos enchufes cerca, y las supernenas
necesitan sus teléfonos bien cargados...
Después de
comer, a pesar de la lluvia, porque a nosotras nada nos detiene, nos fuimos a
visitar.
Primero,
fuimos al pueblo, a ver la Cuevona de Avin (https://www.facebook.com/Cuevadelrinoceronte?fref=ts).
Nuestra guía, Irene, fue magnífica. La cueva es pequeña, y no tiene excesivo
encanto, desde el punto de vista de espeleo, porque no hay ninguna formación
espectacular, pero es el centro de interpretación de la fauna glaciar (http://www.concejodeonis.com/centro-de-interpretacion-de-la-fauna-glaciar)
, y hay representaciones de varios animales. Los niños (y he de admitir que yo
también) ven a los personajes de Ice Age, y lo disfrutan como nadie. Además,
como decía, nuestra guía lo explicó todo muy ameno, en una hora de visita no
tuvimos tiempo de aburrirnos, ni de despistarnos. Las fotos están permitidas,
con la única condición de que hay que subirlas a todas las redes sociales
posibles, así que, aquí van algunas:
Después de esto,
fuimos a ver los bufones de Pría (porque pensábamos que, al estar el día así
feucho, podría estar el mar más embravecido, y quizá veríamos algo… Pero por
casualidades del destino (y una combinación de batería baja y poca confianza en
mi capacidad de lectura de los mapas), acabamos en la playa de cuevas del mar:
Después de
enredar por la playa, hicimos caso al GPS del móvil (que recuperó batería
gracias a un cargador portátil… no penséis que lo de antes era una excusa…) que
nos llevó por el camino que yo decía... hasta un punto en que los carteles
indicaban izquierda, pero el GPS derecha… y como somos así, los humanos en
general, si miramos una pantalla no vemos carteles, pues acabamos en un camino
un tanto raro. De ahí, salimos, preguntamos, dimos la vuelta, y empezamos a
hacer más caso a los carteles, llegando así a los bufones.
Después de
un día tan completo (a todo esto, intentamos llegar a la cuevona de cuevas en
dos ocasiones: el mapa bastante mal indicado, poniendo carreteras que en
realidad no existían, y el GPS nos mandaba por la vía de tren), nos volvimos a “casita”
a cenar, y a dormir, porque nos esperaba una dura jornada al día siguiente…)
Pasamos el
día en la Ruta del Cares (con su propia entrada en éste blog), acabando muertas
de cansancio (Roxy, que el día anterior tenía toda la intención de ir a Cangas
a ver el ambientillo del pueblo fue la primera en caer rendida).
Nuestro
último día, después de un rico desayuno, recogimos, y preguntamos al señor de
la recepción cómo llegar a la dichosa cuevona de cuevas. Se llega
divinamente, desde Ribadesella, primero
siguiendo las indicaciones hacia la cueva de Tito Bustillo, y pasando éstas
instalaciones de largo ya se empiezan a ver los carteles que indican el camino.
Y, ¿Por qué
tanta historia por una simple cueva? Pues porque es una cueva natural, tan
ancha como para que pasen coches (en un principio, carruajes, claro…), y es la
única vía de acceso al pueblo (bueno, si vas en barca por el Sella, también
puedes parar ahí… y pasa la vía de tren, sí, sí, esa por la que quería
llevarnos Don GPS, pero no sé si tendrá parada).
Después de
la cueva, hicimos una visita a la playa de Gulpiyuri: Es una playa desde la que
no se ve el mar. El agua se filtra por debajo de las montañas y ha formado ahí
un pedacito de paraíso… O al menos lo sería si no hubiera gente (turistas)
alrededor de la playa mirando y haciendo fotos a todo el que quiere pasar un
día tranquilo. Además, bañarse es harto complicado, porque el suelo está lleno
(pero LLENO) de piedritas. Claro, Roxy y yo fuimos de cabeza al agua (no
literalmente, claro, nos hubiera hecho pupa…), y a pesar del frío, conseguimos
entrar. Y ya por simple curiosidad, subimos arriba, a ver los acantilados del
otro lado de la playa.
Para rematar
la experiencia, y ya habiendo pasado a Cantabria, hacemos una parada técnica en
Cabezón de la Sal (bueno, cogemos la salida a Cabezón de la Sal, pero hay que
ir al otro lado, hacia Comillas), y poco después de dejar la autovía, aparece
el bosque de Sequoias. Es una especia foránea, que se plantó ahí por su rapidez
de crecimiento, para conseguir madera.