Suso - Sendero Aidillo

Población: San Millán de la Cogolla
Distancia: 2km
Desnivel 125m
Tiempo: 1h30'
Artistas invitados: Héctor y María

Bien, en algún momento recibiré las fotos de nuestro nuevo colaborador, y haré una entrada solo para el reportaje fotográfico de ésta ruta. De momento iremos tirando con éstas...

Por cierto, ¡he estrenado mis palos! Bueno, uno.. María ha hecho buen uso del otro...

Para ésta ruta usé el folleto, que no vi en la oficina de turismo, pero que tiene las mismas características que los que ellos producen.. así que imagino que en algún momento los tuvieron: http://www.senderioja.es/folletos/otros_yusosuso.pdf

Aparcamos en el monasterio de Yuso. Subimos por la calle (si nos giramos veremos el jardín de Yuso, muy bonito). Deberemos cruzar la carretera, y seguir el cartel que nos dirige hacia "Berceo", hasta que lleguemos al cementerio, y de ahí empezamos a ascender. Dejamos el cementerio a la izquierda, y un curioso abrevadero en el que "se prohibe lavar vehículos" a la derecha (no se me ha ocurrido sacar foto, pero de verdad que lo pone).

Tendremos que cruzar dos veces la carretera, y en la segunda, donde hay una cruz, encontramos un poste que indica el camino a seguir.

Comenzamos a subir... es una subida corta pero bastante acusada, aunque al menos vamos con sombra todo el camino.

En aproximadamente 15min desde que salimos del aparcamiento de Yuso, llegamos al monasterio de Suso, el de arriba.

Entramos a visitarlo. Para ello hay que reservar con antelación, llamando a la central de reservas: 941373082. La visita dura media hora, y el precio es de 3€ (y se puede subir en autobús, que es lo que hace la gran mayoría de la gente).

Las vistas desde el monasterio de Suso están bastante bien. El santo sabía escoger los sitios para vivir.

 Nos cuentan que San Millán se fue a vivir allí, y pronto llegaron discípulos. Murió allí, y se le enterró en la misma capilla donde rezaba. Pero llegó el rey Don García Sánchez III, que quería trasladar los restos a Santa María la Real de Nájera, porque quería que las reliquias estuvieran en su monasterio, y trajo unos bueyes para bajar los restos de San Millán. Los bueyes decidieron parar, en el lugar donde hoy se alza Yuso, y se interpretó como una señal de que San Millán no quería irse de ahí, así que se construyó Yuso, y se guardaron ahí sus restos (ya que había bajado, ¿pa' qué volver a subir?...)

Yo le pregunté a la guía por "la cueva del santo", que según había leído, era donde San Millán vivió durante 40 años. Efectivamente, el santo subió a la cueva donde está Suso, y cuando llegaron los discípulos, decidió irse a otro sitio (él quería estar solo, está claro). Allí estuvo 40 años, y luego volvió al emplazamiento de Suso, para acompañar y enseñar a sus discípulos. No hay nada que documente que la cueva donde se retiró esos 40 años sea la misma que nosotras visitamos, pero tampoco hay nada que lo niegue... así que vamos a confiar.

En fin, que salimos de ahí, y empezamos a andar, por un camino empedrado que pasa dejando el monasterio a la derecha. Llegamos a la parte de atrás (o a un lateral, más bien, pero bueno.. al lado contrario al que hemos utilizado para entrar), y vemos un pequeño jardín. Se ven varias cuevas, que no son visitables.

A partir de aquí deberemos seguir los carteles (que aparecen en cada cruce), y que indican lo que falta para llegar, con tiempo (estimado).

Pasamos por un portillo, que impide el paso de ganado y nos lleva a una pista forestal.

Al poco de empezar hay una bifurcación, podemos elegir, a la izquierda, bajando, el camino de "el Aidillo", y si seguimos recto, "la Labardera". El segundo es algo más largo, y sigue por la pista un tramo. La bajada es menos pronunciada, según se ve en el perfil.

Nosotros escogemos el primero, porque Héctor es un hombre trabajador, y teníamos un horario al que ceñirnos.. y conociéndonos, mejor ir sobre seguro, y acortar... Así que empezamos a bajar, poco más y bajamos rodando... ¡Menuda cuestecita!

 Por el camino vemos entre los árboles, el monasterio de Yuso.

Al bajar, Héctor nos abandona para ir a trabajar, y nosotras vamos a ver la cueva del santo, otra vez, para enseñársela a María, que no había estado.

Y las vistas desde arriba, vuelven a impresionarnos como la primera vez...

¡Qué buen gusto tenía el santo para las cuevas!