14 de mayo de 2014

Azoleta Xatanerreka



Población: Valcarlos  
Distancia: 4km
Desnivel: 210m
Tiempo: 1h30’


Después de 15 veces calle arriba, calle abajo (por la falta de información sobre la ruta, tanto en internet como preguntando a las gentes del pueblo), conseguimos salir.



Se trata de aparcar por el centro, tras el ayuntamiento, en el frontón, donde se pueda. Nosotros concretamente, en el jardín de la casa rural). De ahí, buscar el Restaurante Supermercado (en frente del estanco), y subir la cuesta, dirección ermita (esto da una pista, ya que el final de la ruta es la ermita misma). Una vez arriba, ya vemos un cartel que nos indica, y empezamos a ver las marcas.




Parecen bastante recientes, aunque el camino… Bueno. En muchos tramos nos come. Entendemos que no tendrá mucha afluencia, ya que por ahí pasan sólo los peregrinos a Santiago, pero… Según mi punto de vista, gastas dinero público en preparar los caminos para atraer turismo a tu zona, ¿para después descuidarlo? Los pocos turistas que vayamos, desde luego ¡no hablaremos bien de ello! A ver, que a mí no me importa ir campo a través, si tengo que hacerlo… Pero si el camino es reciente, cuídalo… ¡digo yo!
 

Bueno, después de ésta disertación, empiezo a  explicar el camino. En seguida nos baja y nos mete en una verdadera selva. Los árboles, como se ve, son añejos.



Al menos aquí el puente es resistente (éste y todos los que nos encontraremos a lo largo del camino). También vemos algo que en su día debió ser un puente, de alguna otra ruta (que llevaba a Narnia o algo así, porque no veíamos mucha forma de seguir subiendo...)


Desde ahí subimos de nuevo hasta una casa, con gallinas (se nota que estamos en zona de campo). 


Continuamos nuestro andar, y esa subida que nos viene ahora es la causante de toda mi disertación anterior. Los arbustos y las flores, comen el camino, prácticamente no cabemos, no vemos el suelo (que por suerte, está seco en casi todas partes).




El camino nos sigue llevando, sin pérdida, bajando al río, volviendo a subir… Los portillos que nos encontramos son de todo tipo: somieres, palés… incluso alguno que está tirado por el suelo… a modo de paso canadiense rudimentario.



Desde ese paso, entramos a un túnel verde, que ni el túnel Seikan, ese (uno de Japón, cómo no, con su vía de tren y todo).




También encontramos una barricada en el camino: un tractor amarillo (¿será el de la canción?). Porque, pa’ qué van a  respetar el camino, si nadie pasa por ahí… La función del tractor, al parecer, era mover el estiércol, así que podemos dar gracias a que estuviera vacío. Aunque mantenía el olor, para dar ambiente ;-)


 Después caminamos al lado de un prado casi totalmente vertical.



Llegamos a una curva con buzones (pobre el cartero…), donde podemos decidir si volver al pueblo por un atajo, o terminar la ruta cogiendo un desvío a la derecha.



Obviamente, cogemos el desvío. Al terminar de subir, nos atacan (en sentido figurado) unos perros tamaño rata grande, que… A ver, no hacen nada, pero molestan, y desde luego no creo que debieran estar sueltos por mucho que sea tu terreno. Una cerquita para delimitar, no vendría ni tan mal…


En fin, pasamos un portillo, y vamos sufriendo el calor infernal que sube del suelo (de ahí debe venir lo de Satan erreka). El camino nos baja al río una vez más, pasamos un puente, y vueeeelta para arriba. Todo empieza  a ser extraño, aparecen casas derruidas, y comidas por la vegetación. Algún barrio antiguo del pueblo.




Salimos del bosque, y después de un pequeño desvío (que en realidad creo que da igual tomarlo o no), subimos hacia la ermita. 



Según la descripción, desde aquí hay, literalmente unas “espléndidas vistas sobre el valle”… Opinad.



Ya que estamos, por las horas, pensamos si comer allí o no… Pero pa’ lo que queda, ya nos bajamos hasta casa, y comemos una ensaladita de pasta, rica rica.



La tarde la completamos con un paseo, que nos baja al río (desde el estanco, empezáis a bajar, bajar, bajar) hasta un puente, junto a la depuradora, que tiene un edificio en ruinas al lado (un antiguo molino). De ahí cogemos la carretera que sale a la derecha, y subimos, subimos, sin rumbo fijo, durante una hora. Después lo bajamos, sin haber llegado a ningún sitio concreto.

Ese paseo no merecía su propia entrada, pero quizá sí una foto del puente junto al molino, que según palabras de Gaby, era muy Residen Evil. 



Hasta aquí nuestro día. ¡Nos vemos mañana en Zugarramurdi!

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